10 de septiembre de 2005

Tiempo para escribir

Canto I

Es sólo el silencio que golpea sordo
busca al viento para tocar tu oído
escarba hasta en las sombras que proyecta el humo
aunque estas son lentas como la cera que les da la vida
cuando le hacen el amor a la luz.

Su ruido despierta a un caracol sin aliento;
lo despiertan tus voces, lo abrazan tus palabras.
Le cuentan todo aquello que no dices
del perfume intenso de tu carne intacta.

Deja una corona de dulzura entre tus piernas dormidas
mi respiración estrujada
una sombra para mi luto.
Y mi sangre molida, más fina que el polvo
hermosamente muerta.

Canto II

Ha que oler a caricias

a sexo y ceniza
a tiempo y a esa tinta que promete
curar tus heridas

siempre con un poco
de eternidad en los labios.

III

No quiero ser yo ése que está en el espejo
aquel de espeso llanto
desnudo sin ser mirado
libre hasta despertar.

Algo que ni los gusanos quieren cuando se muere
que revuelve los sueños con la mano abierta
y rasga el viento con sus labios tristes.

Cuando te oye dormir
su lengua entreverada lo dice todo
siempre entre dos espasmos
como sí fuera un suicida.

No es que no quiera mirarte
es que todavía no sé, sí soy yo o mi sombra
o las raíces que arden sobre nuestros cuerpos calientes
o nuestro sudor abrazado sobre la tierra,
enfermo porque no te siente.

¡Perdóname!
Pero es que me estoy mirando mirarme entre tus ojos
¡Y ya no lo soporto!

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