26 de noviembre de 2007

Momentos Kwanto

Para mi Jefa, Elvira

Desde hace tiempo quería escribirte una carta y hoy se me antojó hacerlo porque te quiero. Llegué tarde otra vez, ayer me pasó lo mismo, y hoy mejor no hubiera venido, pero no me descuentan. H es la que checa las faltas y me va haciendo paros de vez en cuando o luego le digo a mi padrino que me firme un memo justificando mis contados retardos. Son de un minuto o dos minutos cuando mucho, pero aquí no te perdonan ni un segundo. Salí tarde de la casa porque todavía me lavé los dientes y me mojé el cabello para que pareciera que me había bañado. Me subí a la combi y me fui adelante, me gusta ir con el chofer, a veces se ve que no les parece pero yo hago como que no me doy cuenta y me subo, hoy me dieron ganas de hablar con el hombre y decirle que su Combi estaba chida, preguntarle si era de él o si nomás la trabajaba. Hacerle algo de plática y decirle que la veía cuidada, que pensaba que todos deberían mantener y restaurar sus unidades, como una especie de campaña entre los mismos ruteros para promover entre ellos y los usuarios el cuidado de las mismas; que los que tengan modelos viejos los restauren y decoren si quieren, pero que todo les sirva, que se vean limpias y así tal vez la gente cuidaría y sino exigirlo a los que no entienden.
Después de los topes ahí por la Luna vi otra vez a esa señora chistosa que luego te digo, tiene el cabello blanco y esponjado y una sonrisa extraña porque creo que no tiene dientes o le faltan varios, pero algún día he de tomarle una foto para que te la enseñe. La veo seguido, siempre en la misma esquina con su suéter verde y su short blanco, cerca de un poste, a veces recargada sobre la barda o nomás parada mirando el polvo que se levanta en la calle, siempre a la misma hora.
Al que si ya no voy a poder ver es a un perro que vi hoy dormido sobre un montón de tierra, alguien dejó un carro de arena y el perro subió hasta arriba del montículo para dormirse justo en la cima. Se veía chido.
Me bajé sin correr, sin haberle dicho nada al chofer y fui a checar esperando salvarme, pero cuando llegué al checador eran exactamente las ocho treinta y uno en punto. Acababan de dar, todavía pude ver cuando desapareció el cincuenta y nueve en el segundero. Al entrar a la oficina me recibió el ensordecedor ruido de las bailarinas y perforadoras que estaban demoliendo una loza que seguro les llevaría todo el día.
Entro, me siento y toso por primera vez. Empiezo a toser y en eso el albañil que está trabajando a mi espalda, al otro lado del muro empieza a martillar, no sé qué chingados está haciendo, creo que ranura o sepa la chingada pero entre él y los de la oficina con sus números de partes, precios de refacciones y sus chistes sin mucho chiste me reciben, me abrazan y me arropan ahora que me acabo de enfermar.